Se
sienten tus pasos.
Caminas.
El viento mece tus ojos.
Se
siente el movimiento de tu blusa.
Se
siente la vida.
El
aroma perfumado. Mi sonrisa,
Y
la locura.
La
ternura, que mordió mis labios.
Se
siente la distancia,
Los
kilómetros que se anidan,
A
la carrera opuesta,
Entre
el extremo,
Del
cielo, y la tierra fértil.
Serán
tus ojos, y el labial...
Que
ruborizó, la escena de los labios amantes.
Las
batallas de mi Alma,
Te
han visto bailar, paso por paso.
El
rocío lastimero, que se alza pardo,
Lo
supo. Tu mirada inocente;
Y
el calor de tu cuerpo,
Han
sostenido mis manos, y sabes...
Sabes,
que no me iré.
Mujer,
la ligereza de la brisa,
Me
hiere.
El
calor, el silbido de la mies;
Y
cada gota de sudor...
Que
se evapora, entre mis labios...
Y
la conclusión.
El
riso caído hasta tu mejilla, elocuente;
Que
alimenta mi sensibilidad.
De
la manera, en que tu aliento perenne...
Eternizó
nuestro beso.
Hizo
altar en mi piel, amándome y amándote;
Sin
prisa,
Y
sin huida.
Tus
pies se detienen, y tus manos,
Nos
defienden...
Y
no nos juzgan. Ni el corazón atrevido;
U
absorbente.
Y
las nubes calladas; tornan su gris,
Y
el azul violáceo,
De
la noche entrante. Cubiertas... de caricias;
Y
de pensamientos,
Que
se derriten, como la cera.
Al
disminuir,
El
fuego y el humo de la desnudez
En
su brillo y en nuestra mudez.
Luis J. Cabrè!
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