¿Es esta la hora?
Cuando el
pronóstico, de la curvatura del progreso,
Se diluye. Se
descolora,
En el polvo,
y el oro a sangre,
Del padre,
preza de las noticias de su descontento.
El café se
enfría, los anteojos se quiebran.
El blanco y
negro,
Es el encanto
de los que tientan;
Con el
aliento,
Del
enjuiciado.
Las monedas
se funden,
Y los huesos,
inertes del frío ante el bullicio;
Pretenden la
cercanía,
Del líquido
en la herida de la necesidad.
Una gota de
cariño, ante el torrencial.
Sufre, si sufrir
le hace implorar;
Ante la
enésima hora...
Esta
luciérnaga obscura,
De la soledad
prevista. Inmuta.
Prevenida, ha
sabido,
Un poco, y
tanto...
De estas
contrariedades.
Ha sabido…
Sucumbiendo a
la melodía de la voz humana.
La sociedad,
se engalana en el ocaso. Y el día,
Sus minutos
ha apostado... Tímido.
Pero es la
sonrisa de la amada,
La ternura
encarnada de los Niños.
El hombre se
desdibuja en las calles, y se ha perdido.
La contienda
se describe en devaluarse,
El alimento,
Ya no es
asunto del desvalido.
Refrescando
el aliento,
Y la zozobra
de la inquietud lejana.
La delicada
laguna, y el pensamiento...
Baila en el
vapor de sus partículas inmutables.
La figura
camina, la responsabilidad desfila...
Pero sus ojos
se cansan.
Hombre,
padre, hijo,
Correr de
prisa, puede causar una caída,
Ya ha dolido.
La laguna
hierve...
Y la hierba
es seca, singular al polo.
Y desde el
camino…
Los insectos
descubren su mundo,
Y el que
extraña la huella,
Cubriendo el
lodo que se quiebra;
Minuto por
incertidumbre a la sombra.
Extraño el
cielo que sombreó las pericias,
De la tarde
lejana, y la mañana rociada, de Dioses.
Esa hierba
seca, y el relinche de los caballos.
El viento que
trota. ¡Como he de extrañarlo!
Si lo he
ocultado.
Iluso se ha
vuelto el hombre; si pensativo,
Recuerda, que
quiso olvidar. Recuerda que no pudo.
Más no
cantar.
Hombre
extraño, extrañado has de estar.
Cuando
observes el camino polvoriento,
Y tus botas,
pidan el descanso que deseas.
Extraño la
tierra, que se deslizó en su barro inocente,
Para
perpetuar, el sueño realizado,
Entre la
sangre del labio ausente.
Luis J. Cabrè!
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