Callo mis silencios en la penumbra ausente,
Me observo y te observo,
En la distancia presente de mi memoria;
Y hasta ahora comprendo,
En el sueño al que huyo,
Cuando el vacio toma el trono de los lamentos…
Que para tanto llanto,
El beso lastimará mi tormento.
Tal vez en la misma lejanía,
Tu recuerdo yace en mi presente;
Acariciando mi impaciencia…
¡Y mi observas sonriente!
Como sumiendo que el ayer y el ahora y él para siempre,
Lo has tomado tuyo.
Y que lo he dejado huir hacia ti,
Entre tanto que en el sueño alhelí,
Tu mirada acecha nuestro juramento.
Es el beso divino,
Entre las horas ausentes de mis pensamientos.
Donde no te dibujo, ni de ti ya no huyo
Te tengo, y ¡me conformo!
¡Lo sabes todo!… y lo callo, y aun así sabes que de mi alma,
El alcance de la lanza de nuestro amor,
Es imperio para la presa de nuestro dolor.
Callo mis memorias, callo mi consciencia… al frio perecedero.
Callo mis victorias y los fracasos.
¡Y todo lo que has curado en mí, sin un solo beso!
Pero, has besado mi alma;
Pero, has roto el hielo de mis tormentos.
Y ya de ti me hago tuyo,
Y ya de ti mi sueño taciturno,
Roza mi pensamiento al filo tu corazón.
¡Siempre lo has sabido!
Siempre tuyo fui, aun sin el cruce de nuestros dedos.
Que el callar no me da derechos,
A que tu alma en mi encuentro,
Tome mi vida en el silencio de mis escorias.
Y así tomándome tú, en el peso de mis memorias,
Con el amor profeso,
Que mantuvo tu igual silencio.
E hizo del mío, armonía de nuestro encuentro,
Y él jamás dejarme partir,
Sin aun la palabra pronunciada de tu beso.
-Luis J. Cabrè-
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